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LAS VACAS DE LOS EXCREMENTOS DE ORO

mediados de los noventa, Wildpoldsried era un pueblo de ganaderos y oficinistas del sur de Alemania como otro cualquiera. No habĂ­a casi trabajo y los jĂłvenes emigraban a la ciudad. Preocupados, sus habitantes se juntaron y escribieron una lista larga de las necesidades más acuciantes del pueblo, que acabĂł siendo una carta a los reyes magos. QuerĂ­an una piscina, un teatro, un consultorio mĂ©dico… Calcularon que tardarĂ­an dos o tres generaciones en conseguir todo. Diez años más tarde, todos sus sueños se habĂ­an cumplido.
Wildpoldsried ha protagonizado una revolución energética que ha enriquecido a sus vecinos y admirado a medio mundo. Este pueblo alemán próximo a Austria es famoso por producir siete veces más energía de la que consume invirtiendo en renovables. Lo han hecho gracias a leyes que favorecen las energías limpias y permiten a los pequeños productores vender sus excedentes a la red a buen precio. Alemania se ha propuesto cortar la dependencia de los combustibles fósiles impulsando las renovables y se ha convertido en un referente mundial en políticas climáticas. La producción de energías limpias se ha disparado, pero ha logrado un limitado impacto en la reducción de emisiones contaminantes. La política energética ha endeudado además a las eléctricas y disparado los precios de la electricidad.
“Me fascina la idea de que con el viento o la caca de la vaca pueda salir energĂ­a. Si puedes cuidar el medio ambiente y a la vez ganar dinero, pues mejor”, dice Wendelin Einsiedler, ganadero
Pero la política, o al menos las siglas no han tenido nada que ver con el milagro de Wildpoldsried. Por eso, esta fábula verídica y excepcional de Wildpoldsried ilustra hasta qué punto la protección del medio ambiente es ya parte del ADN de mucho alemanes, al margen de preferencias políticas. Reciclar la basura, moverse en bicicleta, comer ecológico u oponerse a las nucleares hace tiempo que dejaron de ser patrimonio exclusivo de los ecologistas en Alemania. Y explica también porqué el que fuera el poderoso partido Verde, atraviesa horas bajas, aquejado de un éxito dañino. Sus ideas han triunfado y ahora las asumen prácticamente todas las formaciones y tal vez por eso, los votantes sienten que pueden prescindir de ellos, según reflejan en las encuestas. Pese a su adelgazamiento -los sondeos les otrogan cerca del 7% de lso votos-, los Verdes podrían acabar siendo socios de Gobierno del bloque conservador de la canciller Angela Merkel gracias a la aritmética de las coaliciones.
Los ganaderos de Wildpoldsried fabrican un famoso queso montañés de los Alpes de Algovia, que no acaba de cuajar en los mercados europeos. Gracias a la energía renovable, muchos tienen un segundo ingreso, fundamental para su subsistencia. Para Wendelin Einsiedler, la energía que desprenden los excrementos fermentados de sus queridas vacas junto a los molinos de viento y sus placas solares suman hasta el 80% de sus pingües ingresos. Sus 70 vacas producen cantidades industriales de excrementos que alimentan la mayor planta de biogás del pueblo. Algo más de la mitad son restos de las vacas, y luego hierbas, manzanas podridas, patatas y biomasa en general. En un megadepósito, una pasta 800 toneladas de residuos burbujea al compás de la fermentación.
Las vacas de los excrementos de oro
Camisa de cuadros, barba y sonrisa de oreja a oreja, el ganadero baja de su tractor sofocado en un precioso dĂ­a de sol. A sus 61 años, Einsiedler es la campechanĂ­a hecha hombre. “Me fascina la idea de que del viento o de la caca de la vaca pueda salir energĂ­a. Si puedes cuidar el medio ambiente y a la vez ganar dinero, pues mejor”. Einsiedler fue el pionero, el primero en el pueblo que decidiĂł invertir en renovables. Le fue bien y los demás le siguieron. “Este es mi seguro para la vejez. El viento y el sol van a seguir dándome beneficios y encima con buena conciencia”.
En el ecohotel del pueblo, GĂĽnter Mögele, teniente alcalde de Wildpoldsried cuenta que cuando escribieron la lista a los reyes magos y analizaron las finanzas del pueblo, se dieron cuenta de que gran parte de los gastos correspondĂ­an al consumo energĂ©tico. “Entonces pensamos ¿por quĂ© no producimos nosotros nuestra propia energĂ­a?”. Instalar un sistema de calefacciĂłn central en el pueblo y deshacerse de la de gasoil fue uno de los primeros proyectos. Hoy, el 90% de la energĂ­a de la calefacciĂłn procede del biogás de las granjas como la de Einsiedler. En total, 120 pisos y cuatro empresas están conectadas a la red.
Una vaca con molinos de fondo en Wildpoldsried, un pueblo del sur de Alemania.
Una vaca con molinos de fondo en Wildpoldsried, un pueblo del sur de Alemania.  AFP/GETTY IMAGES
Solar y eólica completan el coctel energético que enriquece a los vecinos a través de una empresa mancomunada de la que solo pueden ser socios los 2.600 habitantes del pueblo. El gimnasio, la escuela o la casa de niños producen más de lo que consumen. La energía sobrante se vende a las compañías eléctricas, gracias a la ley de las energías renovables (EEG por sus siglas en alemán) del año 2000, copiada en decenas de países y que ha asegurado el precio por kilowatio producido por energías limpias. El año pasado, los vecinos de Wildpoldsried aseguran que ganaron seis millones de euros con la venta de la energía que les sobra. Buena parte de ese dinero, lo destinan a pagar el crédito que pidieron para la infraestructura. El resto, se lo quedan.
El sótano de la turbina es una telaraña de tuberías que transportan agua caliente. En un mapa colgado en el sótano se pueden ver los cuatro kilómetros de la red. Cuentan los lugareños que ven girar la turbina y piensan, ahí van mis próximas vacaciones.
El Ayuntamiento de Wilpoldsried tiene 14 concejales, la mitad de la CSU, el ala bávara del bloque conservador de Merkel, y la otra mitad son independientes. El partido Verde no tiene ninguna representaciĂłn. “AquĂ­ los partidos no son relevantes”, explica Mögele, uno de los independientes, que forma parte del equipo que lleva 20 años al frente del pueblo. “Los verdes han perdido su razĂłn de ser. Ahora hablan de todos los temas y quien mucho abarca… “, interpreta Mögele.
El año pasado, los vecinos de Wildpoldsried aseguran que ganaron seis millones de euros con la venta de la energía que les sobra
Christoph Ostermann, es el CEO de Sonnen, una empresa puntera que fabrica baterĂ­as que almacenan energĂ­a renovable y que tiene su cuartel general en Wildpoldsried. Dedica su vida a un negocio que aspira a limpiar la atmosfera y tambiĂ©n piensa que el partido ecologista alemán atraviesa una cierta crisis de identidad. “En los 80, los Verdes tenĂ­an su razĂłn de ser, habĂ­a que luchar contra las nucleares e implantar el modelo ecolĂłgico, pero hoy las renovables son de sentido comĂşn para todos los partidos. La propia Merkel fue la que decidiĂł parar las nucleares. Las renovables son además cada vez más competitivas, es un consenso nacional”. Una reciente encuesta de la Agencia para las energĂ­as renovables indica que el 95% de los alemanes considera la expansiĂłn de las renovables “importante” o “muy importante”.
Markus Herring, un vendedor de medias de compresiĂłn mĂ©dicas del pueblo da fe de que la propagaciĂłn del ecologismo en Alemania ha traspasado infinitas fronteras sociolĂłgicas. “No todo es idealismo. AquĂ­ al principio habĂ­a mucha oposiciĂłn a los molinos, pero en cuanto se vio que podĂ­amos ganar mucho dinero, todo cambiĂł. Estamos orgullosos de lo que se ha convertido el pueblo”.

UN MAR DE MOLINOS DE VIENTO

Wendelin Einsiedler, ganadero en Wildpoldsried, junto a sus molinos de energĂ­a eĂłlica.
Wendelin Einsiedler, ganadero en Wildpoldsried, junto a sus molinos de energĂ­a eĂłlica. GUDRUN SCHNEIDER
A.C.
Recorrer Alemania en coche o en tren equivale a toparse con molinos de viento en el horizonte continuamente. Un tercio de la energĂ­a que se produce en el paĂ­s procede de fuentes renovables –frente al 7% en el año 2000-gracias al decidido impulso polĂ­tico bautizado como Energiewende, algo asĂ­ como la transformaciĂłn energĂ©tica. Tras decretar el cierre total de las nucleares para el año 2022 y con el objetivo de prescindir al máximo de los combustibles fĂłsiles, el Gobierno alemán –coaliciĂłn conservadora y socialdemĂłcratas- aspira a que cerca del 45% de la electricidad que se consume provenga dentro de siete años de fuentes renovables.
Alemania ha marcado el camino y ha demostrado que otra política energética es posible, pero sus detractores critican que el terremoto provocado por la energiewende en el sector eléctrico ha generado numerosas víctimas, tanto entre las empresas como los consumidores que han visto cómo subía el precio de la luz. La gran transformación no ha tenido además los efectos necesarios para cumplir con la meta de reducción de CO2 por la que Alemania debe rebajar en un 40% sus emisiones respecto a los niveles de 1990 para el año 2020.
A estas alturas, el propio Gobierno reconoce que está lejos de conseguirlo. En parte, porque hay un elefante en la habitación energética alemana: el carbón. La canciller Merkel, abanderada de la lucha contra el cambio climático, ha pasado sin embargo de puntillas durante esta campaña sobre esta energía sucia, que suma el 40% de la producción energética del país y que da trabajo a decenas de miles de personas. Reducir el uso del carbón es precisamente uno de los caballos de batalla de Los Verdes. La semana pasada, el partido ecologista anunció que el cierre de las 20 plantas de carbón más contaminantes del país es una de las condiciones que ponen sobre la mesa para empezar a hablar de coaliciones de Gobierno con el partido más votado.
Las vacas de los excrementos de oro
Este reportaje forma parte de 'La Alemania de la era Merkel', una serie de cinco artĂ­culos que dibujan un retrato polĂ­tico, econĂłmico y social de la potencia europea en los dĂ­as previos a las elecciones generales del prĂłximo 24 de septiembre.

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